El Internet de las cosas
Por Fernando Becerill
Presidente de Becerril, Coca & Becerril
En el pasado mes de diciembre asistí a la conferencia de la Asociación Interamericana de la Propiedad Intelectual en donde entre otras cosas, se trataron diversos temas relacionados con el futuro de las tecnologías y la dinámica que éstas están siguiendo. Es claro y evidente para todos que las tecnologías de la información son las que están en el imaginario colectivo. La telefonía celular, el desarrollo de los dispositivos (teléfonos móviles, tabletas y computadoras portátiles), la comunicaciones inalámbricas y en general todos los temas que nos permiten estar conectados de la forma en la que este siglo XXI nos ha acostumbrado.
Paralelamente en el mundo se discuten y analizan muchos temas relacionados con la comunicación per se cómo el desarrollo de apps para dispositivos; el procesamiento en “la nube”; los mecanismos de protección de las interfaces gráficas de usuario; los derechos de los autores de todo aquello que se publica en el internet, Facebook, Twitter, Instagram, etc., sin perder de vista que el derecho a la propia imagen se ve trastocado día con día con el desenfrenado placer lúdico de subir fotografías de propios y extraños a redes sociales.
Como se podrá suponer, todos estos temas representan un reto para los sistemas de protección de derechos de propiedad intelectual dado que la mayoría de las leyes de la materia no contemplan esquemas claros para la protección de muchas de estas tecnologías y por ende, se necesita contar con una visión muy creativa de las legislaciones para obtener los mejor de ellas en beneficio de los creadores de estos “nuevos” derechos intelectuales.
Hasta este punto, las cosas son más o menos controlables.
El futuro es todavía más retador. Imaginemos que si en los últimos 13 años se ha generado toda una revolución de la comunicación (Faceboook creada en 2004, Twitter en 2006 y Whatsapp en 2009) lo que nos espera en el futuro es por demás interesante.
Hace pocos años todavía era ciencia ficción y solo reservado pare el cine una vida en la que prácticamente todo estaba controlado por computadoras. Ventanas que se adaptan a la luz y que pueden cambiar su tonalidad, la solicitud inteligente de víveres y suministros, vehículos que se manejan solos utilizando sistemas satelitales y tantas otras aplicaciones que en la actualidad, día con día, se incorporan a nuestra vida diaria. Así las cosas, la ciencia ficción, en este sentido, dejó de serlo y la aplicación práctica de la misma es algo que vivimos todos los días. Para quienes somos “inmigrantes digitales” es sorpresivo el desarrollo que se ha detonado, pero para todos aquellos “nativos digitales” es una realidad, que sería difícil de concebir sin toda la tecnología que nos rodea.
Y así como la tecnología se desarrolla, debería desarrollarse paralelamente un sistema jurídico adecuado que ofreciera a los innovadores certeza jurídica sobre sus desarrollos y a los usuarios, la garantía de que aquello que están usando, consumiendo o contratando tenga la protección correspondiente. Desafortunadamente, como sucede con frecuencia, el desarrollo tecnológico va adelantado a los sistemas jurídicos y hay vacíos de protección que deben corregirse. De la misma forma en que se innova en tecnología, hay que hacerlo en sistemas legales. Por ello, tenemos que ocuparnos, y rápido, por diseñar las reformas necesarias para cumplir con las necesidades de un mundo acelerado, creativo, interconectado y cada vez más dinámico.
Fuente: http://www.bcb.com.mx/el-internet-de-las-cosas/
Revista Alto Nivel. Enero 2017