ODS ¿Qué comemos? ¿cuánto cuesta?

ODS ¿Qué comemos? ¿cuánto cuesta?

ODS ¿Qué comemos? ¿cuánto cuesta?

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La propuesta de 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) con vistas al 2030 es un compromiso de 193 líderes del mundo comprometiéndose en la Cumbre de Desarrollo Sostenible realizada en septiembre de 2015, como evento central de la Asamblea General de la ONU en Nueva York.

Varios de los objetivos (2, 6, 12, 13, 14 y 15) están relacionados con la necesidad de tener sistemas de producción de alimentos sostenibles, esto es desde el punto de vista ambiental sin destruir recursos y sin contaminar.

La industria de la alimentación está bajo la presión de una población mundial que crece y que para el año 2050 requerirá un 70% de aumento en la producción, pero al mismo tiempo debe disminuir el impacto ambiental y social.

Algunas soluciones (parciales) como el uso de transgénicos son resistidos (pienso que sin argumentos, pero siempre estoy a favor de que se informe).

Actualmente, de acuerdo a las más moderadas estimaciones, los sistemas agrícolas son responsables del 25 % de las emisiones de gases de invernadero, 75% de la desforestación global y de consumir 70% del agua  que se consume en el mundo.

La polémica y el desafío están instalados, y por eso es tan importante que se tenga información, criterios y argumentos científicos para decidir las medidas adecuadas.

En lo personal en esta nota, quiero llamar la atención sobre un par de temas, que creo que escucho muy poco y que sin embargo me parece que absolutamente se deben tener en cuenta en la discusión y búsqueda de soluciones: “qué comemos” y  la “asignación de costos”.

Según estudios de NU, si todos los seres humanos fuéramos a partir de mañana vegetarianos se solucionaría el calentamiento de la atmósfera en 2 años, regresando a los niveles de hace 100 años. Pero seguro que la mayoría piensa que hacemos más daño por andar en auto que si nos comemos una hamburguesa.

El problema son los rumiantes y los tipos de gases que generan, su concentración intensiva y la ineficiencia con que producen carne.

El gas metano que expulsan con eructos y flatos es capaz de absorber 25 veces más calor que su equivalente en CO2.

Otro gas producido es el óxido nitroso (equivale 300 veces al calentamiento del CO2) y ese se produce a partir de:

1) los fertilizantes usados, en este caso debemos sumar aquellos destinados a alimentación animal. Tomando una estimación conservadora, para producir un solo kilo de carne de vaca se necesitan 15 kilos de cereales y 15.000 litros de agua. En la actualidad, más del 40% del cereal mundial se destina a alimento de ganado, y se estima que para el año 2050 se superará el 50%. En Estados Unidos el porcentaje es del 70%.

Tabla 1: Emisiones globales antropogénicas de N2O en 2000

Sector                                       N2O (MtCO2eq)               %

Energía (incluido transporte)               237                        8

Agricultura                                        2.616                        84

Industria                                               155                        5

Residuos                                              106                        3

Total global                                         3.114                     100

 2) estiércol y purines de ganado, especialmente notorio en producción intensiva.

Pero hay otros impactos de la ganadería más allá de los gases: la deforestación y destrucción de selva y ecosistemas para uso ganadero (en la Amazonia el 91% de la deforestación es para ganadería), la concentración de desechos por la producción intensiva, temas sanitarios y la enorme contaminación de cursos de agua.

Si bien la carne roja es una excelente fuente de proteínas y nutrientes, debemos pensar en cambiar a fuentes más eficientes de proteína.

En 1982, los chinos comían una media de 13 kilos de carne al año, hoy esa cifra es de 63 kilos y se espera que aumente 30 kilos más por persona para el año 2030.

Esto es tan alarmante que el gobierno chino ha esbozado un plan para reducir el consumo de carne de sus ciudadanos un 50%, lo que representa un giro estratégico, en el marco de las acciones para combatir el calentamiento.

Sin una correcta asignación de costos no habrán soluciones, la carne roja debería incluir en su costo de producción el costo ambiental (que actualmente padecemos y pagamos todos) y debería sería un artículo de súper lujo.

Parece poco democrático, pero es un lujo que muchos pequeños agricultores también se podrían permitir.

Como imponer costos ambientales (en todos los sectores) con justicia es todo un desafío.

La carne vacuna sólo se debería producir comercialmente en campos naturales y bajo producción extensiva.

Por suerte somos omnívoros y nos podemos adaptar a un cambio de dieta menos problemática y más sana.

 

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